“¡Ven a casa por el Festival de Verano!”
Esa sola frase
Escrita en una tarjeta de felicitación veraniega
Fue lo único necesario para convencerme.
Junto a las rocas más allá del rompeolas,
Nos besamos y nadamos con la ropa puesta.
Nuestros tejanos estaban mojados, el faro rojo,
Su luz rielaba sobre las olas.
¡Ha llegado un verano de verdad! Siento la vida cegadoramente radiante.
¡Ha llegado un verano de verdad! Estás aquí, ahora más que un amigo.
Cuando me suelte el pelo hasta los hombros,
¡No vayas a reírte de mis rizos!
Me devolviste el disco de Madonna que te había dejado,
Pero habías puesto un Beethoven dentro en su lugar.
El próximo verano, y el que lo siga,
¡Nunca, nunca quiero soltarlo!
Una vez me lleno las mejillas de uvas, estando descalza,
Recuerdo todos los sueños que me había arriesgado a olvidar.
Cuando la lluvia vespertina pasa, esta ciudad riela.
Cuando la lluvia vespertina pasa, estás aquí, con una camiseta blanca corriente.
¡Ha llegado un verano de verdad! Siento la vida cegadoramente radiante.
¡Ha llegado un verano de verdad! Estás aquí, con una mirada decidida.
El próximo verano, y el que lo siga,
¡Nunca, nunca quiero soltarlo!
El dobladillo de mi yukata se ha acortado.
Puedo oír el sonido distante de los fuegos artificiales.
Cuando la lluvia vespertina pasa, esta ciudad riela.
Cuando la lluvia vespertina pasa, estás aquí, con una camiseta blanca corriente.
¡Ha llegado un verano de verdad! Siento la vida cegadoramente radiante.
¡Ha llegado un verano de verdad! Estás aquí, ahora más que un amigo.